Prólogo

Eduardo Espósito despliega su universo en una poética que transita lo coloquial, la ironía y la irreverencia. Transitando estos registros la propuesta de Quilombario es dura y caótica como todo lo que urge, fragmentada y heterogénea como todo lo anárquico.
Para entrar en él no hay manera de estar preparados. ¿Es un quilombario un muestrario de quilombos, una completa colección de problemas, o un armario lleno de sorpresas, de estantes ocultos, de cajones repletos de las más diversas inquisiciones, de los más disparatados objetos, de las más ineludibles preguntas y las más desordenadas respuestas? Quién pudiera responderlo
Los dos primeros versos del libro postulan lo siguiente “todo consuelo está lleno/ de lugares comunes” , por lo tanto si en el correr de sus páginas encontramos un toque por momentos bizarro, ya estamos advertidos. Quilombario es una ruta para avanzar como “zeppelines de piedra” hacia lugares inusitados, donde “cada cosa bella/ fuese pozo de otro sapo” y hay gente a cuerda “hirviendo el sudor de Dios”.
Una suerte de Apocalipsis doméstico que en ciertos versos no puede más que volverse público, ya que dos hombres se desayunan un caballo en la plaza y otro hombre será hallado muerto en un río al que nunca entró. Pobre Heráclito, ni a usted me lo respetan en este libro, pero créame que este yo poético “sin cobijo/ inmensamente solo/ bajo el peso de una estrella” se alimenta de “polen de escorpiones y veneno de margaritas”, si esto acaso lo justifica.
Volviendo a los lugares comunes del comienzo, es allí donde Esposito se afirma para trabajar su poética, desarticulándolos y volviéndolos a crear a su manera. Así por ejemplo, la expresión popular “al que madruga dios lo ayuda” se convierte en “al que madruga dios lo arruga (…) al que madruga no lo ven los de arriba que se levantan tarde (…) ojalá que se pudran con los ojos peinados” o “me ningunearon/ los todifiqué”.
Hay también en este contexto un anti héroe, el Capitan Feliz cuyo padre fue el llanero solitario y su madre una revendedora de Avón. Hay “una boliviana que pinta limones de amarillo/ a las puertas de un Carrefour”, personajes y elementos que circulan como un gran collage del entorno, como una exposición de todo lo que nos contamina cada día, a cada paso.
Atraviesa su obra una especie de metafísica de la falla “Ando entonces a cuerda/ como un juguete desconcertado/ un disparo en la oreja de Dios/ Un fósforo final en la refinería del caos.” en donde todo sale mal por lógica, porque tenía que salir mal, porque la vida es “un gualicho apócrifo” donde “nada era lo que debía ser ni aun a punta de pistola”
Eduardo Espósito nos demuestra que la lírica puede montarse sobre elementos cotidianos, con un brillo que no hay que ir a buscar a ningún firmamento, a ningún horizonte lejano porque afortunadamente en este mundo “la poesía sigue jodiendo en otro idioma/ como el tic tac de una bomba”.

Laura Yasan

2 comentarios:

  1. EDUARDO, te estoy buscando!
    publicamos una compilacion de textos de los integrantes del Centro de Escritores de Roca, un súper libro, y quiero saber cómo hacertelo llegar!
    avisame,


    centrodeescritoresgeneralroca@yahoo.com.ar

    silvia sánchez

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Acerca del autor

Acerca del autor

Biobibliografía

Eduardo Espósito (Argentina, 1956) Ha publicado. El niño que jugaba a ser Rayo. Bs. AS.: El Francotirador, 1992; Violín en bolsa. Bs. As.: El Francotirador, 1995. Una novia para King Kong. Bs. As.: Amaru, 2005, Quilombario. Bs. As.: Amaru 2008.

Participó en varias antologías, destacándose entre ellas Poesía en el subte. Bs. As.: de la Flor, 1999.

Coordina desde 1996 el taller de escritura de la Dirección de Cultura de la ciudad de Moreno, y a partir de 2001, desempeña igual actividad en el taller literario “Elementales Leches” de la ciudad de Gral. Rodríguez, Argentina.

Reside en Paso del Rey, Buenos Aires.